Cuenta la leyenda que el faraón Aceps I ordenó construir su cámara mortuoria en las dos pirámides citadas, pero para evitar visitas inoportunas pronunció una terrible maldición que recaería sobre todo aquel que osase profanar su descanso. Aceps I había practicado durante su larga vida el difícil arte de controlar las maldiciones, pero en más de una ocasión los resultados no habían sido los deseados y por si las moscas preparó jugosas "sorpresitas", léase trampas y macabros seres, en el interior de las pirámides.
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